Comentario
En México, el proceso emancipador siguió por derroteros totalmente distintos a los de América del Sur. Allí los primeros acontecimientos fueron impulsados por la protesta india y mestiza. Después de los acontecimientos de 1808, Miguel Hidalgo, cura de Dolores, proclamó su célebre grito en septiembre de 1810: por la independencia, por el rey, por la religión, por la virgen india de Guadalupe y contra los peninsulares. Peones de las haciendas y de las minas se unieron a los revolucionarios, que tomaron la ciudad de Guanajuato. Allí se produjo una terrible matanza en la alhóndiga, donde se habían refugiado no sólo los soldados sino también los notables de la ciudad. Este hecho restaría contenido al movimiento emancipador, y durante una década le quitaría todo respaldo oligárquico. El avance de los rebeldes (una masa mal armada de indios y mestizos) se llevó por delante a Querétaro, San Luis Potosí y Guadalajara. A las puertas de México, los 80.000 hombres de Hidalgo fueron derrotados por los 7.000 que componían el ejército del general Trujillo, que sin embargo sufrió serias pérdidas. Trujillo y los sobrevivientes se retiraron a la capital, que estuvo a un paso de ser conquistada, pero Hidalgo prefirió retroceder para reorganizarse, lo que fue fatal para sus planes. La retirada terminaría convirtiéndose en fuga. Hidalgo fue capturado en Chihuahua y posteriormente ejecutado.Otro cura, José María Morelos, seguiría los pasos de Hidalgo, pero esta vez en el sur de la Nueva España. En 1812 había logrado controlar todo el sur del país, al contar con un contingente más disciplinado que Hidalgo. Su programa incluía la abolición de las diferencias de castas y la subdivisión de los grandes latifundios cañeros en manos de los contrarrevolucionarios. A fin de institucionalizar la revolución convocó un congreso en Chilpancingo, donde se manifestaron las mismas tendencias antagónicas que Morelos había logrado superar en el plano militar. En un exceso de legalismo, Morelos aceptó las resoluciones contradictorias emanadas del congreso, que terminarían acabando con la revolución y con el propio Morelos que sería ejecutado en 1815. El radicalismo de Morelos fortificó los lazos de unidad entre criollos y peninsulares, partidarios ambos de la defensa de la legalidad vigente. La jerarquía eclesiástica, que había visto amenazadas sus propiedades y sus posiciones por los alzados se unió también a la coalición oligárquica. Como se ha visto, fueron las propias elites mexicanas las que devolvieron a México a su lugar en el imperio. El triunfo liberal en España y la vuelta al orden constitucional en 1820 trastocaron la situación existente en México. Ante el temor de los cambios que los liberales podían impulsar desde la metrópoli, los antiguos partidarios de la monarquía apostaron por la emancipación. Agustín Iturbide, un militar de origen criollo, se pronunció por la independencia. En unión con Vicente Guerrero, un viejo resistente de la época de Morelos, trazó el Plan de Iguala, que proclamaba la independencia de México, que sería gobernado por un infante español designado por Fernando VII. El plan garantizaba la independencia, la unidad en el catolicismo y la igualdad entre peninsulares y criollos. Pero Fernando VII no se avino a este arreglo e Iturbide, que recibió adhesiones de todo el país, entró triunfador en la capital, desde donde sentaría las bases de un nuevo Imperio mexicano. Una de las primeras medidas de Iturbide fue proponer a las autoridades centroamericanas que se adhirieran al Plan de Iguala. El 15 de septiembre de 1821 en la ciudad de Guatemala se votó por la independencia y la anexión al Imperio mexicano. Se trató de una verdadera "revolución desde arriba", que prácticamente ni siquiera cambió a la mayor parte de las viejas autoridades coloniales. En América Central, que se movía en un delicado equilibrio entre regiones y ciudades, el dominio de Guatemala era claro y dentro de ella se distinguía el peso de la familia Aycinena. Sin embargo, la anexión a México duró muy poco. En 1823, tras el fracaso del imperio de Iturbide, de nuevo congreso se reunió en Guatemala que proclamó la independencia absoluta de América Central. Surgía así una República Federal, que bajo el lema de "Dios, unión y libertad" nucleaba a todos los territorios centroamericanos.